A los 40 acudió a su ginecóloga
preocupada. Su madre había sobrevivido a un tumor en el pecho y ella podía
ser la siguiente (los antecedentes familiares son un factor de riesgo). Le
pidió que la mandara una mamografía, a pesar de que en la mayoría de las
comunidades autónomas las revisiones en la sanidad pública no comienzan
hasta cumplir los 50 años. Le dieron cita para un año despué s.
Le descubrieron un nódulo que resultó ser maligno. «Quería ser fuerte pero
se me derrumbó todo. Cuando la oncóloga me dijo que con la quimioterapia se
me caería el pelo me puse a llorar», afirma. A los 15 días de comenzar el
tratamiento se le cayó el pelo. Se hizo una peluca porque no quería que
nadie la viese en ese estado y provocar pena. Tras la quimio el pelo ha
vuelto a brotar, aunque todavía no ha recuperado todo, y ahora luce el pelo
«cortito» con el orgullo de quien ha peleado y ha ganado.
En su lucha ha tenido cerca a su familia y a la Asociación
Española Contra el Cáncer (AECC) donde encontró a Mariló y Rocío, que
le «cambiaron el chip» y le animaron a luchar. Ahora está limpia, pero
tiene que hacerse revisiones anuales.
FALTA DE CONSENSO
La mamografía es la técnica más eficaz para detectar el cáncer de mama de
forma precoz, incluso antes de que aparezcan los síntomas, pero el caso de
María Jesús reaviva el debate sobre cuál es la mejor edad para empezar a revisarse
y con qué frecuencia.
Aunque la recomendación general es empezar a realizarla a partir de los 50
hasta los 69, cada dos años, algunas comunidades autónomas adelantan la
edad a los 45 o la rebajan hasta los 65. En la sanidad privada, sin
embargo, los médicos recomiendan a las mujeres comenzar a partir de los 40
años y la prescriben anualmente. Pero, ¿por qué no hay acuerdo? La
respuesta parece estar en la rentabilidad de la prueba.
«Entre los 50 y los 69, cada dos años, es la etapa en la que se obtiene la
máxima rentabilidad de los mamógrafos, los equipos, los radiólogos, en
definitiva de los recursos, porque con este intervalo la tasa de cáncer
detectada es más alta. Si se tuvieran más recursos económicos, lo primero
que haríamos sería bajarlo hasta los 45 años y hacerlas anualmente»,
asegura el doctor José Manuel Bajo, presidente de la Sociedad Española de Ginecología
y Obstetricia (SEGO). Por su parte, el doctor Rafael Fábregas, director
del Comité de Oncología y Mastología del Instituto Universitario USP Dexeus, de titularidad
privada, recomienda la mamografía anual a partir de los 40 años porque en
el cáncer de mama «es importante un diagnóstico precoz».
DIAGNÓSTICO EN LAS
MÁS JÓVENES
Por debajo de la cuarentena es cuando se presenta el problema. Aunque no
hay datos oficiales, los ginecólogos perciben que los casos en mujeres
jóvenes están aumentando. Sin embargo, en esta etapa de la vida, la mamografía
no es eficaz porque las mamas son más densas y la sensibilidad de la prueba
es menor, por lo que el único arma de detección es la exploración y la
ecografía mamaria.
Para el doctor Carlos Vázquez, presidente de la Sociedad Esp añola de Senología
y Patología Mamaria, los estándares actuales son «muy aceptables»,
aunque «sería deseable» un mayor consenso en cuanto a la edad para que no
existieran diferencias entre comunidades autónomas.
En EE.UU., por el contrario, el debate parece ir en dirección contraria.
Hace casi un año su colegio de médicos publicaba un estudio que aseguraba
que, frente a la recomendación actual de efectuar las mamografías a partir
de la cuarentena y cada año, sería mejor hacerlo cada dos años y a partir
de los 50. ¿La razón? Que se obtendría la misma eficacia y las mujeres
sufrirían menos daños puesto que, según los autores del informe, se
reducirían a la mitad los falsos positivos.
FACTORES DE RIESGO
En lo que están de acuerdo todos los médicos es en la importancia del
diagnóstico precoz, ya que las intervenciones son menos invasivas y la tasa
de supervivencia es mayor. También hay consenso en que existen factores que
hacen más prope nsas a ciertas mujeres a desarrollar un tumor en el pecho.
El riesgo genético (las mujeres con las mutaciones BCRA1 y BCRA2 tienen un
60-80% de posibilidades de desarrollarlo), los antecedentes familiares
(abuela, madre, hermana o hija que hayan sufrido la enfermedad), haber
tenido una menopausia tardía o una regla muy precoz, y la obesidad en la
postmenopausia aumentan las posibilidades de padecer un cáncer de mama.
Precisamente, en los casos donde el tumor tiene un origen genético es donde
más se está progresando en cuanto a prevención. «Para las mujeres que
tienen la mutación, tenemos la cirugía de reducción de riesgo, que conlleva
el vaciamiento y sustitución por prótesis de las mamas antes de que
aparezca el cáncer», explica el doctor Vázquez. Aunque todavía es muy bajo
el número de mujeres que se somete a este tipo de intervención, que tiene
que realizarse antes de los 40 años y conlleva ciertos condicionantes
posteriores, la concienciación es cada vez mayor.
SÍNTOMAS
La autoexploración también es vital. Los bultos, el dolor en la mama, la
secreción por el pezón o la retracción del mismo y las alteraciones de la
piel en el entorno del pecho son los principales signos de alarma.
Las esperanzas en la prevención del cáncer de mama están puestas en el
desarrollo de una vacuna, que como en el caso del cáncer de cérvix, pueda
evitar este tumor que cada año afecta a unas 20.000 españolas. Pero esta
posibilidad, que sería toda una revolución, todavía está en fase de
investigación. Hasta entonces, mamografía, mamografía, mamografía.
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